El invierno llegó temprano este año.
Apenas se desvanecían las cálidas tardes del verano, y la sombra de un frío se cernía sobre el árbol familiar.
Las ramas se quedaron desnudas, todas las hojas se dejaron caer, y el sol en su recorrido cada vez más corto dejaba ver menos luz de día, Hubo largas noches, negras, frías, de miedo y soledad.
Dolor, tristeza. distancia de la tierra, la amenaza de un futuro... Muchas noches pasaron en zozobra del no llegar a una mañana más, que quizá todo estaría terminado. Mis ramas desnudas, cubiertas de nieve temblaban presintiendo haber llegado a una última estación.
Como la cálida luz de la primavera, que va avanzando casi sin percibirse, llegaste con la pureza y la fragilidad. Recordándome la hermosura de la vida, como las flores del cerezo.
Eres sangre, y fuego, delicadeza y debilidad. Eres la guerrera que transitó nueve meses en mi debilitado vientre, que viajó a otro continente, lejos de su tierra y su seguridad, aferrada a la vida, que venció mi miedo y mi dolor y mis temores más oscuros.
Hoy floreces como los cerezos. llenando de nueva vida el árbol familiar, que resistió el duro invierno y se prepara para un nuevo ciclo, un nuevo comienzo, una primavera que esperamos sea cálida, larga y sempiterna.
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