La descripción de un mal día sería algo así como: mala noche de sueño, agenda del día llena, interrumpida violentamente por un choque laminero, mi esposo de viaje...
Hoy me reuní con un par de amigas a arreglar el mundo y tomar un café. De esos días que buscas un poco de empatía y escucha.
Pensaba ir y poner sobre la mesa el pésimo día anterior; pero en esta ocasión me toco ser la escucha empatica.
Una de ellas, llegó y me regaló una lección de vida. No estaba sacada de onda, ni quejándose ni llorando. Todo lo contrario. Después de compartirnos algunos problemas realmente fuertes de su familia, nos decía: “por eso hay que disfrutar la vida día con día, agradecer la salud, porque no sabes cuándo te va a cambiar la vida”.
Me quede con mi gran boca cerrada, escuchando las cosas que compartía, con ganas de ayudar y sin poder realmente hacerlo. Mi choque laminero, mi estrés de el seguro y su vigencia, mi sensación de estar sola ante un problema se convirtieron de repente en una caricatura.
Hoy agradezco qué hay un seguro que cubrió el daño (un daño menor en realidad) que mi esposo regresó a casa sano y salvo, contento de su experiencia en el extranjero. Qué puedo levantarme y caminar y vivir sin dolor, que mis padres, hijos y hermanos están sanos, que tengo una buena vida, a pesar de los tragos amargos.
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