Ahi está, tan pequeño como poco más de medio metro, me mira con sus enormes ojos mientras hace preguntas que me es difícil responder. "¿soy niño o niña? ¿Cuantos años tienes? ¿Por qué tiene bigotes esa señora?"
Trato, en la medida de lo posible de contestar cada aun de sus preguntas, pero son tantas y tan continuas y tan difíciles o tan sencillas o tan repetitivas... NO se si la respuesta que he dado no es la esperada, pero cuando me repiten una y otra vez "¿cuánto es mas cinco más cinco?" creo que no hay otra respuesta que pueda dar que "10". A veces creo que su curiosidad no tiene mucho que ver con las respuestas que yo le otorgue, sino más bien con el asegurarse de que "no importa que cosa quiera saber, seguramente mi mamá sabrá la respuesta" o "quisiera saberlo todo como mi mamá" o algo así como "tu paciencia es mayor que mis preguntas". Me inclino por la tercera opción.
Pienso que no es que la etapa de las preguntas sea el querer conocer el mundo y sus misterios, aunque algo hay de eso. Mi intuición me dice que lo que mi niña espera cada vez que me pregunta "¿tu eres niña o niño?" por quincuagésima vez está midiendo, contando, y entendiendo como funciona este mecanismo complejísimo de la convivencia humana.
Hasta donde puedo preguntar las mismas cosas y recibir la mima cantidad de veces la respuesta esperada, o quizá una diferente. Cuántas veces puedo preguntar lo mismo sin que se enfaden conmigo, cuántas preguntas soy capaz de hacer y me serán contestadas.
A veces, cuando ya ha habido una larga sesión de preguntas repetidas, y se me agotan las respuestas, lo que me queda contestar, entre el bullicio y trajín de los pendientes de la casa mi respuesta mágica es "por que así es las vida":
-¿Por qué Taro y Mina (los perros) se pelean?
-no pelean están jugando
- ¿y por qué juegan?
-porque se quieren mucho.
-¿Y por qué se quieren mucho?
-porque son amigos.
-¿Y por qué son amigos?
-Porque los dos son perros y a los perros les gusta jugar a corretear y ladrar como a los niños les gusta correr y atraparse y gritar.
-¿y por qué a los niños les gusta jugar y gritar?
-Porque así se divierten, ¿no te diviertes asi tu con tus amigos? (el truco de hacerle yo preguntas a ella para que se entretenga pensando y me deje hacer/pensar otra cosa)
-si si me divierto, ¿Por qué Taro y Mina pelean?
- No pelean están jugando, ya te dije cariño
- ¿por qué juegan así Taro y Mina?
*Honda respiración, como esperando que el oxígeno traiga ideas o un poco de paciencia*
A este punto mi respiración empieza a alterarse y tengo de dos sopas: o me evado y no contesto más, o mis respuestas comienzan a ser un poco breves como cortando ya la conversación un poco asi de "por que si, y bueno, ya vete a jugar" o "no lo sé, ¿tu que piensas?" pero mi favorita. y la que significa esta conversación/interrogatorio ha terminado es "por que así es la vida".
A medida que estas conversaciones se van dando, nos vamos entendiendo. Con el paso del tiempo y la práctica, la nena va descubriendo que cuando hay un silencio o una respuesta que no llega o que llega ya en un tono de impaciencia, es momento de terminar. Y entonces después de un largo o breve interrogatorio ella misma tras enunciar su última pregunta dice "¿porque así es la vida?"
Y si, así es la vida. Con preguntas sin respuesta. Con momentos de protagonismo y éxito y largos silencios sin respuesta. En el ejercicio de la vida cotidiana nos preguntamos a nosotros mismos tantas cosas "¿Por qué todos los semáforos me tocan en rojo cuando voy tarde?" "que le pasa a esta vieja que me habla en ese tono?" "¿Por qué no han tapado ese bache que lleva meses?" etc. Pero aprendemos con el tiempo, que muchas de nuestras preguntas son solo eso, el ejercicio de conocer un mundo tan complejo... que nos maravilla y al mismo tiempo nos reta.
"Porque así es la vida"
No comments:
Post a Comment