Me gusta la escuela.

Me gusta la escuela porque se levanta uno temprano, se apresura un poco para salir, a veces el tráfico y la prisa mañanera hacen que se te olvide mirar el amanecer, o escuchar el canto de los pájaros que, apenas antes de que asome el sol están ya despiertos y haciendo lo que mejor saben hacer. Alegrar al mundo.

Me encanta el regreso a clases
porque ahí están los amigos, nos encontramos para platicar todas las aventuras que vivimos durante las vacaciones. Se nos va el día rapidísimo tratando de ponernos al corriente con todo el trabajo que se quedó pendiente durante el delicioso descanso.

No hay cosa más bonita que el regreso a clases. Volver a tener un horario, el almuerzo preparado, esperar con ansia la hora de la salida...

No quisiera que se acabaran las vacaciones, porque es lindo levantarse tarde y dejar de lado los horarios y las prisas, pero tampoco quisiera que no hubiera escuela. Es lindo también encontrarse con los maestros, con los amigos y hasta con esos que antes de suspender clases no nos caían bien, tal vez el descanso nos hace verlos con otros ojos, o quizá el destino se los llevó a otros lugares lejanos...

A veces también pasa con los amigos. Uno va esperando contar todo le chisme y sucede que por más que uno espera y espera el regreso de alguien para platicarle todo lo sucedido en la ausencia, y nada. A la semana nos vamos enterando que se ha cambiado de casa. Que el trabajo de su papá, que se han separado sus padres, que no se qué... y pues no hay vuelta atrás. Su lugar se quedará vacío.

Una nueva oportunidad de tomar aire y cargar los hombros con nuevos retos. Una mochila llena de sueños y responsabilidades... un largo caminar de cosas por aprender y enseñar. No quisiera regresar a clases porque sé que es el último estirón. Viene mayo con sus festejos y junio con sus exámenes, el cierre de curso y se acabó. Un ciclo escolar más que se escapa.