Los primeros hombres sobre la tierra debieron maravillarse ante el fuego.
Esa hoguera quizá provocada por un fenómeno natural que irradiaba luz y calor en medio de la oscuridad y el frío. No es gratuito que nuestros antepasados le otorgaran categoría divina. Un regalo de los dioses.
Que deliciosa es la comida transformada al ser abrasada por las lenguas de fuego. Que fuerza tan incontenible cuando el fuego sale de control y devora por completo bosques. Los rituales y ceremonias que la imaginación del hombre creó ante la belleza del juego de la luz y el calor provocada por el combustible al quemarse.
Cuanta energía desprendida de los combustibles que la ciencia y la técnica nos han legado con el tiempo. Nos hemos dejado de sorprender con el ingenio que un día provocó el trasformar una chispa en corriente eléctrica y encendió por primera vez una luminaria. Hoy con el simple hecho de pulsar un botón, girar una perilla, tenemos luz en medio de la más negra noche.
Uno se acostumbra a estos hechos como parte de la vida cotidiana. Aunque llegue cada bimestre un recibo que reporta (más o menos) el consumo de energéticos eléctricos; lo que nos sorprende no es la maravilla de contar con el servicio, sino el precio, -reflejado en una factura por pagar- de éste. No nos podemos imaginar siquiera la cantidad de procesos que históricamente nos han llevado a poder disfrutar de un buen libro a la luz de una lámpara en una noche de insomnio.
Echamos en falta los minutos -que se convierten a veces en eternidades- cuando una tarde de tormenta no hay wifi. Es hasta entonces que nos damos cuenta que "se fue la luz" un apagón que nos desenchufa por un momento de las redes sociales, de los juegos de video, de la televisión, del ruido de fondo del radio, del zumbido constante y sordo del refrigerador. Mucho más triste es cuando el corte de energía es provocado por "exceso de pago" cuando un recibo vencido provoca la interrupción del servicio y ni modo, hay que ir a hacer los pagos correspondientes para ser reconectado.
A veces, la falla no es afuera, sino dentro de la red eléctrica de la casa. Algo anda mal. Un cable en corto circuito, enchufado, un jalón de energía mayor al regular, ¿qué se yo? y ¡zas! silencio y oscuridad (no se por qué esto siempre pasa cuando ya no se cuenta con luz natural). Hay que hacer cambio de fusibles.
En electricidad, se denomina fusible a un dispositivo, constituido por un soporte adecuado, un filamento o lámina de un metal o aleación de bajo punto de fusión que se intercala en un punto determinado de una instalación eléctrica para que se funda, por Efecto Joule, cuando la intensidad de corriente supere, por un cortocircuito o un exceso de carga, un determinado valor que pudiera hacer peligrar la integridad de los conductores de la instalación con el consiguiente riesgo de incendio o destrucción de otros elementos.( fuente: wikipedia)
¿Cómo puede ser posible que de algo tan pequeño e insignificante dependa toooooda la energía eléctrica de una casa (o parte de ella)? El fusible, por lo que entiendo es -por así decirlo- el eslabón más débil de un circuito. Cuando la corriente eléctrica alcanza niveles que podrían dañar los componentes de éste, el fusible simplemente se funde y evita que la carga dañe todo el sistema. Para eso está diseñado. Hecho con materiales que permitan cumplir esta "ruptura", aparentemente disfuncional, en realidad lo que hace es proteger al sistema.
Hay que cambiar los fusibles. Seguido, Ya sea por desgaste de tiempo, por continuas sobrecargas en el sistema eléctrico o simplemente por que ya no andan y no sabemos por qué. Se retira ese pequeño elemento de la cajita (con cuidado de no recibir una descarga, hay que bajar el interruptór) y se coloca uno nuevo en su lugar. Uno se enoja con el pobre cachivache fundido sin saber que su función principal y más importante es esa: no permitir una sobrecarga. Interrumpir, romprer, desconectar.
A veces, en nuestro sistema de vida, en el circuito por el que transita nuestra vida, energía y tiempo es tiempo de cambiar fusibles, -a menos que no nos importe regresar al tiempo de las cavernas y las sombras-. Sacar del sistema lo que se ha fundido y reemplazar con lo nuevo, para que haya una buena carga de energía y que todo fluya como debe ser.
A nadie le gusta ser el eslabón débil de la cadena. Ni romper, ni cambiar, ni moverse de un sitio a otro. Aunque a veces la sobrecarga del sistema sea tal que nos haya derretido por completo. Para eso estamos. Para romper con todo cuando sea el momento justo, antes de que venga un desastre.
Cambiar fusibles, recuperar la luz después de los momentos de oscuridad, nos hace recordar la importancia de nuestra presencia en el sistema, en el flujo de la energía. Solo así podemos ver con una grata sorpresa, con los ojos lampareados que se acostumbran de nuevo a la luz, que cada elemento, hasta el eslabón más débil, es absolutamente necesario e importante para que todo continúe su marcha.
Nos vemos en el fusible, a hacer cambio de luces y a restaurar el sistema. Levanta el switch que esto sigue adelante. Hay mucha luz en tu camino.
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