Salí con una enorme red para cazar sueños
después de ver un cartel que decía: "se buscan palabras para hacer poesía; se premiará a quienes logren juntarlas, ponerlas en orden en papel y entregarlas a esta dirección". Tomé nota apresuradamente y comencé mi búsqueda.
Mi cacería me llevó a muchos lados. Busqué en la alberca, pero la tinta se corría con tanta agua. Visité el dentista, pero me quedé con la boca abierta ante palabras complejísimas.
Buscando buscando, llegué a la cocina, donde entre cacharros y platos limpios y sucios, empezaron a aparecer, una a una las palabras. Unas bolitas de masa de maíz, un pepino verde y elegante, y una calabacita muy tierna, un trozo de pan de ajo, todos me pedían participar en mi tarea. "hay que lavar la estufa" decía una vieja voz desde dentro del horno o no se desde donde. "Mira que sucio está el piso" me susurraba el trapeador.
"No puedo" les dije a las palabras. "La fecha está por vencer. Apenas me queda tiempo para hacer esto y aquello. Esperen a que los niños crezcan. Entonces ya tendré tiempo de sentarme a escribirlas en papel"
Pero las muy insistentes me han llevado casi de las orejas a sentarme frente al monitor, y una a una se han ido colando. No fui yo, lo juro. Ellas se han acomodado una a una, haciendo canciones, rimas, algunas jocosas, otras tiernas, otras bobas.
Ahí voy, con mis engargolados de papel al correo a enviarlas, ¡pobrecillas! se morían por participar.
Como todo en la vida, lleva su tiempo. En octubre es la cosecha de poesía.
Les mantendré al tanto queridos lectores si esos versillos "de masa y mesa" llegan a estar al dente y son publicados. Hasta entonces tendrán que esperar, para probar lo que estos días he estado preparando.
después de ver un cartel que decía: "se buscan palabras para hacer poesía; se premiará a quienes logren juntarlas, ponerlas en orden en papel y entregarlas a esta dirección". Tomé nota apresuradamente y comencé mi búsqueda.
Mi cacería me llevó a muchos lados. Busqué en la alberca, pero la tinta se corría con tanta agua. Visité el dentista, pero me quedé con la boca abierta ante palabras complejísimas.
Buscando buscando, llegué a la cocina, donde entre cacharros y platos limpios y sucios, empezaron a aparecer, una a una las palabras. Unas bolitas de masa de maíz, un pepino verde y elegante, y una calabacita muy tierna, un trozo de pan de ajo, todos me pedían participar en mi tarea. "hay que lavar la estufa" decía una vieja voz desde dentro del horno o no se desde donde. "Mira que sucio está el piso" me susurraba el trapeador.
"No puedo" les dije a las palabras. "La fecha está por vencer. Apenas me queda tiempo para hacer esto y aquello. Esperen a que los niños crezcan. Entonces ya tendré tiempo de sentarme a escribirlas en papel"
Pero las muy insistentes me han llevado casi de las orejas a sentarme frente al monitor, y una a una se han ido colando. No fui yo, lo juro. Ellas se han acomodado una a una, haciendo canciones, rimas, algunas jocosas, otras tiernas, otras bobas.
Ahí voy, con mis engargolados de papel al correo a enviarlas, ¡pobrecillas! se morían por participar.
Como todo en la vida, lleva su tiempo. En octubre es la cosecha de poesía.
Les mantendré al tanto queridos lectores si esos versillos "de masa y mesa" llegan a estar al dente y son publicados. Hasta entonces tendrán que esperar, para probar lo que estos días he estado preparando.
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