El tiempo transcurre entre las cosas urgentes
Se va y deja de lado las cosas verdaderamente importantes, las que emocionan, las que conmueven las que hacen el corazón palpitar aceleradamente o detener por un instante la respiración.
Dan vueltas en la cabeza pero no logran llegar a la acción. Se atraviesan en el camino tantas y tantas cosas, que aveces es difícil percibir la fina y delgada línea que separa lo verdaderamente importante.
¿Una torre de platos por lavar? o ¿Una torre de jenga sobre la mesa esperando que lleves a cabo tu jugada?
¿Una cita en la escuela de los niños o la cita en el salón de belleza para que te retoquen de una buena vez esas raíces que ya parecen mechas californianas?
¿Una tarde de buena lectura sin interrupciones de ningún tipo, o una tarde de sesión de deberes escolares multinivel -que va desde el entrenamiento en control de esfínter hasta elaborar un proyecto de ciencias-?
Las pequeñas decisiones que tomas día con día segundo a segundo, que van dejando de lado la pasión, el gusto, el placer o el encanto... por el deber.
Parte del camino a la madurez es encontrar en la vida cotidiana los pequeños detalles que conectan lo común e insulso de la rutina con los sueños. Pero no es nada fácil. De hecho es lo más complicado que existe. Es buscar el sentido de la existencia, sin tener tiempo de sentarse a meditar, respirar profundo y preguntarle a tu niño interior cuales son sus anhelos.
¿Dónde están los anhelos? Esperé encontrarlos mientras buscaba la otra zapatilla debajo de las camas, el suéter de uniforme y el par de todos esos calcetines viudos dentro de la funda de una almohada. Pero siempre encontré primero la zapatilla, el suéter y el calcetín. Sigo en busca de lo que mi corazón anhela aunque a veces prefiera no pregutárselo. No vaya a ser que me responda: "nada que ver con lo que eres o haces ahora" como la última vez, Y entonces tenga que dar un giro de timón, o hinchar las velas, o meter freno de mano y cambiar el rumbo, o quizá solo deba pisar muy fuerte el acelerador o como hasta ahora, simplemente dejar que fluya la corriente y disfrutar el viaje.
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