Un sorbo de café, atar un listón al cabello, acomodar un cuello torcido de camisa.
Repartir unas cuantas bendiciones mientras los pajaritos rompen el silencio de la noche.
Así se van las mañanas, entre trajines y prisas, uniformes, peinados, dientes lavados...
Ayer fueron llantos matinales que exigían el abrazo y el alimento del seno materno.
Hoy son molletes y leche y conversaciones acerca de lo que soñamos la noche anterior.
La vida se va poniendo interesante. Los escucho hacer juicios y sentencias, cantar canciones, compartirme algo de universos que son nuevos para mi, de juegos y realidades virtuales y amigos que no tengo el placer de conocer.
Yo escucho mientras sorbo mi taza de café. y pienso y los miro crecer.
Un día esta mesa rodeada de niños de vaciará. Un día me encontraré una mañana sentada en solitario, quizá con alguno que se aparezca por aquí... y mi memoria volará a estos momentos que ahora me cuesta trabajo disfrutar y los verá con nostalgia.
UN día no habrá más coletas que cepillar, ni cuellos que arreglar. No habrá zapatos perdidos ni buscaremos con desesperación pares escondidos debajo de la cama. Un día, el menos pensado me daré cuenta que esto terminó. Que los problemas que hoy veo difíciles en realidad son tan pequeños como mis hijos.
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