Salió desde muy temprano, con decisión de encontrar la fortuna. Llevaba una maleta, con todo lo que creía podría necesitar. Ropa, alimento, cobijo, pensamientos, buena actitud, miradas coquetas. Todo iba dentro de ese equipaje de tamaño regular. Parecía poder cargar con el con facilidad. Sin decir adiós salió esa mañana medio nublada.
No volvería atrás, Su destino estaba delante. muy adelante, de otro lado de la frontera. Allá, donde los sueños se realizan, donde el trabajo vale más caro, donde el sudor tiene un precio. Nadie lo esperaba. no había transporte que lo llevara a ningún lado. Solo un par de piernas que caminaban a paso acelerado Su mente iba elucubrando, haciendo proyectos, planes, decisiones. No había una ruta crítica, no había un plan, solo había un destino: fortuna, felicidad.
Caminó por mucho rato. Sin detenerse sin escuchar, sin preguntar indicaciones. Hasta que su cuerpo empezó a dar señales de algo de fatiga, algo de cansancio, algo de sed. Entonces empezó a conocer el precio de la libertad. Al menos en su tierra había agua, al menos en su tierra había sombra y un lugar para reparar el cansancio... sabía que si empezaba a echar en falta lo que ahora creía necesitar iba a dar la vuelta y volver. Así que siguió adelante.
Al poco rato recordó su alforja: ahí había algo que podría ayudarle. Dentro no había nada, o casi nada. El hambre que tenía era mayor que lo que preparó para comer. La sed que lo atormentaba no se sació con el líquido que había llevado. Estaba amargo; parecía hiel. Parecía un vinagre que en lugar de refrescar e hidratar su seca garganta hacía escocer por dentro. A pesar de casi haber vaciado el equipaje. Ahora pesaba más. Pesaba tanto que deseaba tirarlo. Pero no podía. estaba fuertemente atado a sus espaldas. Le hacía caminar encorvado, pesado.
A la vera del camino un mujer, acompañada de un perro, le seguía los pasos imperceptiblemente. A ratos ella se detenía. Recogía cosas del camino y llenaba un saco, raído y mugroso como sus vestiduras. El perro caminaba en círculos grandes en torno a ella, a veces se alejaba y parecía que la dejaba sola, luego regresaba agitando alegremente la cola. Al paso de los vehículos ladraba un poco. Luego regresaba a recibir un poco de caricias y volvía a alejarse de nuevo.
¿A dónde iba ella? ¿de dónde había venido? parecía haber siempre estado allí. Uno de esos personajes de la calle, que nacen del pavimento, de las cloacas, que duermen en los albergues, que adormecen sus penas con aerosoles. De pronto, la mirada de la vieja se posó en la suya.
- ¿A donde vas?- pregunto la vieja. de pronto pudo notar que la mujer no era vieja. Su ropa y su postura, el tostado de su piel por el sol la hacían parecer mucho más anciana de lo que en realidad era. Pero su mirada era fuerte y decidida. Quizá unos años mayor que él,
El no contestó. Guardó silencio. Agarró con fuerza su alforja temiendo que le fuera arrebatada.
- No tienes nada ahí dentro que me importe- dijo la mujer mientras pintaba una risa un poco burlona- ¿estas perdido? - preguntó mostrando una sonrisa chimuela y amarillenta.
- No- contestó. el joven, y desesperadamente miró a su alrededor buscando alguna referencia que le indicara donde se encontraba o alguien a quien pedir ayuda. Nadie, la calle estaba desierta, estaba rodeado de terrenos baldíos, cortinas de tiendas cerradas. Como si estuviera en medio de un pueblo fantasma.
- Estas perdido.- Dijo la mujer mientras soltaba una abierta carcajada. El perro estaba flanqueándola, y no quitaba su vista del muchacho -puedo oler tu miedo- dijo mientras ponía su costal sobre el piso.
Pudo ver lo que contenía. Botellas vacías, latas, basura. La vieja volvió a tomarlo y ponerlo sobre su hombro con desconfianza. -Es mío. Búscate lo tuyo. Ladrón- el perro comenzó a gruñir y enseñar los dientes.
- No tienes nada que necesite- dijo el muchacho mientras extendía las manos al frente. Aléjate, no tengo dinero. -Ya lo sabía- dijo la vieja dándole la espalda. -La gente que tiene dinero no anda por estos rumbos a estas horas Por eso creo que eres un ladrón. Lárgate.
-No soy un ladrón- dijo el muchacho bajando la guardia- Solo estoy de paso..
-Eso dicen todos. pero luego se quedan. Roban, se esconden. Así empecé yo también, ahora ¡vete! sigue tu camino ándale, "viajero" dijo con tono burlón mientras hacía señas con las manos.
-¿Vas al norte no? dijo mientras caminaba alejándose. -Todos van al norte. Buscan fortuna.- soltó una carcajada. -¡Fortuna! y todos se quedan en el camino, pidiendo limosna y juntando basura. Mírame. ¡Esta es mi fortuna!. Se alejaba a paso lento, dos perros más se acercaron a ella y siguieron su caminata. El joven la vio alejarse lentamente. Deteniéndose aquí y allá recogiendo basura.
... continuará.
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