Wednesday, March 18, 2015

El camino capitulo II

Vasos vacíos.





Una sed terrible agobiaba el andar del muchacho. cada paso que daba sentía el calor que manaba del asfalto caliente. Parecía ya pasado el medio día y el sol caía aplomo sobre sus hombros. Recordó que dentro de su equipaje llevaba una gorra y no vaciló en sacarla.

Un respiro, un poco de agua. Estaba tibia. Por más que bebía no se iba la sed y mucho menos el calor.  Buscó con la mirada alguna fuente donde volver a llenar su botella con agua. Una llave, una manguera de algún caserío que hubiera dejado alguno regando le jardín. Antes se hubiera preocupado de la calidad de la fuente... antes se hubiera preguntado si el agua era potable o estaba limpia. Ahora solo deseaba que hubiera agua.

Recordó el abrevadero de los animales, donde su abuelo ponía todos los días la fresca agua que temprano se traía del manantial que no estaba muy lejos. Agua para para los chivos, para las gallinas,  Recordó como él y sus hermanos pequeños los días de calor se mojaban entre risas bajo la sombra del ahuehuete. Había sombra y había agua. Esos fueron años felices. El abuelo, el rancho, los maizales cargados de mazorcas en la temporada de cosecha. Correr entre la milpa acariciando por las hojas del maíz, con el torso desnudo tostado por el sol. Luego a jugar mojándose en el abrevadero.

Vino la época de secas. Pero no fue así de repente. Primero fue el monte. Poco a poco empezó a perder el verde de sus faldas, Faltaba madera para construir la clínica, la escuela. Había que pagar por los servicios que habían llegado al pueblo. Llegó el desarrollo. Las veredas que llegaban al pueblo se convirtieron en caminos. Pronto el caserío se empezó a hacer más grande. Casas de dos plantas. "Piso de cemento para todos" era la frase de campaña de esos años. El manantial fue entubado, potabilizado, sanitizado, y no se cuantas cosas más. Ahora había agua en las casas, Drenaje, alumbrado. El progreso y su costo. Desde los más pobres hasta los más adinerados pagaban su cuota y obtenían el  derecho a acercarse a la manguera más cercana al domicilio. No más acarreo de agua. Quien pagaba el precio podía tener incluso una toma de agua en su hogar. Todos querían una. Empezaron a vender madera.

Con la desaparición de los árboles, se fue también el agua. Las lluvias ya no socorrían la tierra. Y entonces era necesario pagar por más agua. Los animales fueron enfermando y muriendo, Los niños también. Campañas de vacunación y visitas de brigadas de salubridad cada vez más seguido. Siempre hacía falta dinero. Entonces los hombres se fueron. De poco en poco, el pueblo se fue vaciando. Primero los jóvenes, luego los padres de familia y finalmente los ancianos, o murieron o se fueron quizá para no ver morir su pueblo.

En un pueblo semi - fantasma, rodeados de mujeres llorosas, añorando el regreso del esposo, del hijo que un día se fue. Las remesas nunca eran suficientes para cubrir los gastos de alimentación. El campo estaba inerte. La cosecha era pobre y no era suficiente ni siquiera para alimentar a la familia. Mucho menos para vender.  La madre, la abuela, la tía y los niños se fueron a probar suerte la ciudad. Casas de cartón inundadas durante la época de lluvias, heladas en la época de frío.

No lo pensó demasiado antes de dejar eso atrás. No había mucho que perder  entre esos muros húmedos, las opciones de vida eran pocas.Había seguido en consejo de su madre "estudia para que seas alguien en la vida" y esas palabras resonaron en su cabeza durante los primeros años después de el éxodo .

La mañana en que decidió dejar detrás todo y emprender su camino tomó una botella de agua grande y la metió en su mochila. Ahora estaba vacía. Como el pozo, como los corrales del rancho, como los costales de maíz, como la casa de los abuelos.



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