Equipaje.
Cada paso que daba el peso en su espalda parecía aumentar. Pesaba más y mas. No era un mochila grande. Había sido su compañera de carga desde la mitad de la primaria. Muchas veces atiborrada de libros y tareas, mensajes para su madre escritos en hojas de papel, que se iban por alguna razón hasta el fondo, arrugados, escondidos, como temiendo ser vistos.
Hojas blancas escritas con puño y letra de la maestra en turno "no trabaja en clase" "esta constantemente distraído" o "no cumplió con la tarea" eran las noticias que contenían. Cada nota de ellas era la garantía de una paliza. Su madre, cansada de trabajar durante la semana, esperaba el sábado para volver a casa, donde el quehacer se acumulaba en su ausencia. Lo único que deseaba era poner orden en ese lugar y tener un poco de tiempo para descansar.
Limpiar la mochila cada sábado, era para el él como el inicio de una sentencia: tareas sin hacer, exámenes con calificaciones insatisfactorias, y mensajes de los profesores pidiendo una cita; que nunca se llevaba a cabo. "me mato trabajando para que tu puedas estudiar, para que nos termines como yo, limpiando casas, lavando ajeno..." y comenzaba la retahíla de golpes, frases hirientes, amenazas... Luego ya no sentía. ya no se defendía. Ya no lloraba. cada día que pasaba era más grande y más fuerte. El sabía que un día se iba a poder defender, pero no quería que ese día llegara nunca.
Por eso se fue. Tenía miedo de si mismo. Tenía tanta rabia que le daba miedo. Por eso llenó su mochila esa mañana, de prisa, y salió huyendo. ¿Parecería un estudiante? La gente que lo miraba en la calle ¿Pensaría que era un delincuente? su ropa estaba limpia, su cabello no había tenido tiempo de peinárselo, le hacía falta un corte, pero no tenía el aspecto de una persona de la calle. Entonces pensó que podría pedir dinero. Extender la mano a los transeúntes y explicar que estaba perdido, que le habían robado su dinero y que no tenía cómo volver a casa. Así juntaría lo suficiente para comprar lo necesario para emprender su camino..
Se acercó a una de las avenidas más transitadas, luego caminó hacia un parque, donde las familias comenzaban a llegar con grupos de niños. Los vendedores ambulanntes, los globeros, los que venden helados. De pronto le pareció que ahí era el mejor lugar para conseguir algo de ayuda. Comenzó tímidamente a cercarse a muchachos, como de su edad, y con el rostro ruborizado explicaba una historia acerca de "perder su dinero" y no poder regresar a casa. Las monedas comenzaron a caer.
Poco a poco la vergüenza se alejó; y comenzó una larga jornada de mentiras, de caras lastimeras, de historias cada vez más complicadas, hasta juntar más de lo que esperaba. Tenía suficiente para un pasaje, y comprar algo de alimento. Sus bolsos llenos de monedas y una mochila llena de hipocresía. Cada vez el peso de su espalda se hacía más y más grande.. Hizo una parada en una miscelánea y compró un refresco. Un par de tragos grandes y se dirigió a la parada más cercana.
Unos minutos más tarde abordaba un camión con destino a la central de autobuses. Miraba por la ventana con la mirada perdida. Cada vez alejándose más de sitios conocidos, pediéndose entre la selva de edificios y caseríos. Unos minutos más adelante el autobús estaba casi vacío, solo él y otro joven, varios años mayor que el, también con una mochila sobre las piernas avanzaban entre el tráfico.
Poco a poco la vergüenza se alejó; y comenzó una larga jornada de mentiras, de caras lastimeras, de historias cada vez más complicadas, hasta juntar más de lo que esperaba. Tenía suficiente para un pasaje, y comprar algo de alimento. Sus bolsos llenos de monedas y una mochila llena de hipocresía. Cada vez el peso de su espalda se hacía más y más grande.. Hizo una parada en una miscelánea y compró un refresco. Un par de tragos grandes y se dirigió a la parada más cercana.
Unos minutos más tarde abordaba un camión con destino a la central de autobuses. Miraba por la ventana con la mirada perdida. Cada vez alejándose más de sitios conocidos, pediéndose entre la selva de edificios y caseríos. Unos minutos más adelante el autobús estaba casi vacío, solo él y otro joven, varios años mayor que el, también con una mochila sobre las piernas avanzaban entre el tráfico.
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