Wednesday, January 28, 2015

Maya y la estrella


Azul intenso, el cielo encima y sobre la arena como cama.
Es la cuarta vez que su madre grita su nombre, a un volumen cada vez más intenso.
Ella no contesta. No se mueve, solo observa en silencio el cielo y las miles de luces que se pueden ver cuando la luna es nueva.

Ahí está, como todas la noches, esperándola a lo lejos, en silencio.
La mira titilar allá en lo oscuro y parece que interpreta sus mensajes. Noche a noche Maya se recuesta sobre la arena, el pasto, el concreto del patio de la abuela, sin otro propósito que mirar su estrella.
La sabe suya porque un día la descubrió, ahí suspendida entre las otras, pidiéndole un nombre.

Elel*, la llamó desde entonces. Y noche a noche, sin falta la busca, la observa, la acompaña.
Ha aprendido que las noches más oscuras Elel es más brillante. Más presente. Le cuenta en silencio como fue su día. Acerca de los caracoles que encontró a la orilla en la ribera esta mañana, de la suave brisa que despeinaba su pelo mientras comía al lado del comal las delicias de la abuela.

Mamá la encuentra sobre la arena y piensa que se ha dormido. La mira desde lejos inmóvil y se acerca poco a poco en silencio. Maya no la escucha, está absorta en un diálogo sin palabras, hecho de luz y silencio. Elel calla cuando los otros se acercan. Es tímida. Cuando Maya se da cuenta del silencio prolongado percibe la presencia de mamá y se incorpora.
Es hora de dormir. Mañana le contará de sus sueños y aventuras.

*ELEL: Ignición, incendio, quemazón; arder, quemar, incendiar

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