Friday, June 03, 2011

Gente

Aún no sale el sol, y la calle esta llena de movimiento. Las aves comienzan su alabanza matutina, y los coches y autobuses le hacen competencia al trinar de los pajarillos. Aprisa van las personas, sin mirarse unos a otros, esquivándose a paso acelerado.

Gente que se levanta muy temprano mucho antes de que salga el sol, para llegar a su lugar de trabajo. Gente que termina su arreglo personal dentro de un vagón del metro, o aprovechando el reflejo de la ventana del autobús. En los minutos que transcurren entre el cambio de luces del semáforo, la chica aprovecha para aplicarse el labial. Gente que desayuna sobre la banqueta, apurando un jugo de naranja recién exprimido y una torta de tamal. Gente que lleva a sus pequeños con paso apresuraado, mochila al hombro.

Unos miran constantemente el reloj, otros se aislan del ruido con un par de audífonos. Nadie va con paso lento. Ríos de gente caminando en distintas direcciones, con paso firme, atravesando calles, subiendo puentes. Dan las ocho. Las nueve. Poco a poco se vacían, se alentan. Solo los ancianos, algunas madres con niños pequeños, personas paseando perros...

Asi todos los días, uno tras otro. Siempre con la misma prisa, con la misma rapidez, las mismas personas transitan los mismos caminos. Y no se conocen. No se saludan. No se hablan. Los años pasan, los niños crecen, los trabajos cambian. Solo quienes se atreven a intercambiar una mirada, una sonrisa, comienzan a construir alge verdadero, algo eterno. Un gesto de cortesía, de amabilidad que cambia el entorno hostil y que hace la diferencia entre los conocidos y los desconocidos.
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Él no buscaba un motivo para darle sentido a la eterna rutina que se repetía a la misma hora, fue un gesto casi involuntario, cortés, la vió a los ojos y le cedió el paso. Fue entonces cuando la miró. Así, cada día. Intercambian primero una tímida sonrisa,. luego un leve gesto con la cabeza, después un saludo agitando la mano... A partir de entonces, cada día, todos los días, buscaban el momento del encuentro, siete y media, en esa esquina, para sonreirse uno a otro cada vez con más familiaridad.

Desde ese momento, procuraban la misma hora, casi en el mismo lugar. Su corazon se agtaba cada vez que descendía del autobús, se miraba reflejado en el primer automovil revisando de reojo su peinado, y su corbata. Elegía un difernte cada día. Todos los días. Miraba a lo lejos a ver si la veía venir.

Ella caminaba distraída, con sus audífonos puestos, las manos dentro de los bosillos. A veces parecía tararear una canción. Casi podía identificarla, siempre era la misma... Sus labios con brillo rosa pálido dejaban salir algunas notas casi enmudecidas... Hacía como que iba distraída, pero en realidadlo buscaba también entre la gente. Apenas lo veía descender del camión, desaceleraba el paso, como deseando que el momento del encuentro durara más que el día anterior.

Y luego se encontraban, justo en la esquina, las luces del semáforo los separaban. Ese esra el momento. Se miraban, se sonreían, a veces cruzaba él, a veces cruzaba ella, dependiendo quién llegaba primero a la essquina. y cuando pasaban cerca, hombro con hombro, el aspiraba su perfume, dulce y afrutado y escuchaba  algunas notas que escapaban de los audífonos... y nada más. Cada uno seguía su camino, hacia su propia dirección. 

Así pasaron los días, los meses, algunas estaciones. Ni el paraguas, ni la bufanda, ni los abrigos evitaban que sucediera ese encuentro. Fugaz, mínimo, pero hermoso. Un día intecambiaron una palabra. Después se tomaron de la mano. Y caminaron desde entonces juntos hacia la misma dirección. De entre toda la gente, superon que se pertenecían.



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