Por eso me gusta creer que hay un principio único en el universo. Antes cargaba con tantas responsabilidades, tantas obligaciones... ése deber ser que lo único que me dejaba era una enorme angustia y una profunda decepción. Descubrí que de todas las cosas que suceden, buenas y malas, tienen un razón, un motivo, un principio y una finalidad y que yo sólo soy una gota de agua en el inmenso océano de la Providencia.
Descansé porque me di cuenta de que hasta mis limitaciones, mis defectos, mis carencias, mi humanidad entera, es ún instrumento y nada más. No soy la mano que escribe, sino el lápiz. No soy el director de la orquesta, soy la humilde batuta que apunta acá o allá, en el mejor de los casos, en otrso, el banquito para apoyarse, el pisapapeles...
Un tiempo si llegué a pensar que yo estaba del otro lado. De los líderes, de los guías, de los conocedores. Pensaba que haría grandes cosas. Y crecía mi orgullo. La herramienta en las manos de un maistro, logra hacer surgir cosas. Uno se engaña, se enceguece. Se va con la finta de creer que es quién gobierna, quuien manda, quien educa, quien conduce...
La herramienta en manos del Maestro logra mucho más. Es cuando me asumí como una herramienta, como un simple sujeto de ese "algo más grande" que descansé, y digo sujeto porque así me sentí, sujetada, aferrada. No fue sino cuando estaba más confundida, deseperada, equivocada, quie me di cuenta que yo no podía sola. Es más, que no estaba sola y que nunca lo había estado. Sólo que me atormentaba porque las cosas no sucedían como yo las había planeado. ¿quién soy yo para hacer que las cosas sucedan?
Las cosas hoy marchan igual que siempre, con sus altas y sus bajas, los precios suben, las calificaciones bajan, los hijos crecen... y uno se va haciendo viejo. La diferencia está en tomar las cosas como son, hacer el mejor esfuerzo porque salgan bien y confiar, en que pase lo que pase, siempre será por un motivo más grande, mucho más grande de lo que podemos cargar con nuestras propias manos.
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