Thursday, September 02, 2010


En tu nombre, Señor, echaré de nuevo las redes...

Templo de Santo Domingo de Guzmán. Ocho de la mañana de un día cualquiera entre semana. A pesar de estar ubicado en una de la zonas de la ciudad con más alto tránsito de gente joven   (estudiantes universitarios, niños, padres de familia que llevan a sus hijos a la escuela) la misa está casi vacía. Las religiosas de los conventos de los alrededores, la mayoría de ellas ancianas, gente de la tercera edad y uno que otro despistado que entra ocasionalmente a saludar a Jesús antes de sus labores cotidianas.

Desde la primera vez que asistí a misa en ese lugar,  me hice esta pregunta ¿por qué las iglesias siempre están llenas de viejitos y viejitas? ¿por qué la señora que vende tamales fuera del templo tiene una fila como de entre 15 y 20 personas, -muchos de ellos jóvenes estudiantes de las universidades católicas de los alrededores- y ninguno de ellos se asoma ni por equivocación al templo?

El templo de Sto Domingo acaba de cumplir 400 años de ser fundado. Es una joya arquitectónica de ésas que se encuentran escondidas entre las calles de la ciudad, y que sólo algunos parroquianos y gente de INAH conocen de su existencia, bueno, ellos y los productores de telenovelas de Televisa y Tv Azteca, ya que la capilla de Nuestra Señora del Rayo es la locación favorita para todas y cada una de las bodas que aparecen en las telenovelas y programas seriados de ambas.  Seguido se ve, al menos una vez al mes, el atrio del templo y la plazuela Jáuregui -el parquecillo y andadores que la circundan- llena de remolques y plantas de energía, camiones de catering, maquillistas y estrellas deambulando por ahi.

La misa dura alrededor de media hora. Pero es curioso ver que aunque mucha gente anda en sus alrededores (paseando perros, comiendo quesadillas, tomado café en los arcos de Agusto Rodín) casi nadie se regala al menos treinta minutos de su día para darle una vueltita aunque sea por mera curiosidad.

Hoy encontré una respuesta a mi pregunta. Tengo una bebita de casi dos años de edad. Desde hace una año me ha acompañado a empezar mi día con la misa, excepto los días en que hay actividades en el colegio de mis hijos, procuro darme una "vueltita". Al principio era muy sencillo, ya que ella era pequeña y se dormía, o comenzaba a estar un poco inquieta y todo se solucionaba con un poco de leche tibia.

A medida que ha ido creciendo ha sido más difícil mantenerla quieta esa media hora. Así que opté por escuchar la misa desde el patiecillo central del exconvento del templo, donde en ocasiones incluso hasta encendían las vocinas para poder escuchar mejor. Pero desde hace unos días me encontré con las rejas de dicho patio cerradas. Entiendo que el templo tiene también que protegerse de la inseguridad, de las personas que solo entraban a hacer uso de los sanitarios, o deambular por ahí con malas intenciones, desconozco el motivo, es hecho es que tuve que meterme al templo para escuchar la misa. 

Mi hija es tremenda. No tardó en inquietarse y comenzar a recorrer la nave central, y hacer los ruiditos que todo bebé de año ocho meses sabe hacer... a pesar de que me senté en la parte de atrás con la intención de no interrumpir las oraciones de el resto de los fieles, no tardé en recibir la llamada de atención de una de las feligresas: "¿por qué no mejor la lleva al jardín?" me dijo con cara de pocos amigos. ¡Cláro! ¿por qué no se me había ocurrido antes?  llevar a mi hija a jugar al jardín en lugar de dentro del templo... La respuesta es simple: pensé llena de coraje/vergüenza ¡porque desde el jardín no se alcanza a escuchar la misa!

Apenada y como perrito regañado tomé a mi bebé en brazos y nos fuimos hacia el atrio. El frío de la mañana y la mala calidad del sonido no importó para terminar de escuchar el sermón y el resto de la misa. Al principio, me enojé con mi bebé. ¿por qué no se puede estar quieta unos minutos? luego me enojé conmigo misma... ¡que imprudente soy! estoy interrumpiendo a la gente en la misa... mejor sería que no viniera, además tengo tantas cosas que hacer... Luego me inundó un enorme sentimiento de tristeza, no por mí, o por que me hayan sacado del templo, sino por mi Iglesia, la Iglesia con mayúscula.   En contré la respuesta de por qué los templos estan llenos de viejos. ¿no dice Jesús en el evangelio "Dejad que los niños se acerquen a mi"?

Mi tentación más grande, era hacer el berrinche y alejarme indignada, o ir con el padre y acusar a la señora...  Pero como los pescadores del evangelio del día de hoy, "en tu palabra, Señor, volveré y echaré las redes"* (Lc. 5 1-11)... La Iglesia necesita hoy más que nunca de los niños, de los jóvenes, de la oraciones de todos. Necesitamos alimentar más nuestra alma. Tenemos que permanecer unidos.

Así que regresaré, como cada mañana y pediré también por esa señora, y por los jóvenes que tenemos también un corazón viejo, por las familias, por los niños, por quienes que hemos dejado de encontrar en la luz del Evangelio respuestas a preguntas, por los que hacemos el mal creyendo que hacemos el bien... y sobre todo por mi misma para que me de cuenta cuando hago con los demás lo que hizo con nosotros el día de hoy esa señora. Vivir con el corazón viejo.

para leer el evangelio de hoy, visita:
http://evangeli.net/evangelio

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