Monday, June 28, 2010



Manos al silencio.

Las palabras, como filosos cuchillos fueron lanzados hacia la víctima. Dieron en el blanco. Justo en el corazón.
-¿Por qué me haces esto?- Gritaba la víctima mientras brotaba la sangre de su pecho herido.
Pero no el verdugo no escuchaba. La venda sobre sus ojos también cubría sus oídos. Pero su fina puntería preparaba de nuevo una carga de ataque, prescindiendo de los sentidos.

 Herido, miraba sus muñecas atadas, sus pies descalzos, su piel expuesta. Su pecho, como blanco perfecto se erquía para recibir una vez más otra descarga fatal. Un suspiro, y nuevamente otra embestida de palabras que entraron no sé por dónde y se estrellaron nuevamente con el corazón.
El dolor era insoportable. tanto, que tuvo que llevarse las manos al pecho y acarciciar la herida abierta. Fue entonces cuando se dió cuenta que sus ataduras eran falsas. Las gruesas cuerdas que fijaban al madero sus manos no eran sino falsos grilletes que surgieron de su imaginación.

Cuando se vió libre, no supo qué hacer. Miró a su verdugo recargar una vez más su saeta. Iba directo hacia él. Intentó cubrirse, en posición fetal, con los brazos encogidos, los puños bien cerados, los párpados apretados para recibir el impacto... Una vez más él dió en el blanco.
-¿por qué me haces esto? ¿qué te he hecho yo? ¿por qué no me matas de una buena vez?- gemía implorando un tiro de gracia que terminara con el insoportable dolor de sus heridas.
¿Huír? ¿a dónde? No importaba cuán lejos se marchara, sabía que siempre sería un blanco perfecto.
Sin pensarlo, corrió hacia su verdugo, y en un impulso de desesperación abazó sus pies, como implorando una tregua.

El verdugo, tras la extraña sensación del abrazo, se retira la venda de los ojos y mira por primera vez a su víctima. Una hermosa imagen de compasión, belleza, y dolor se presenta ante sus ojos.
- ¿Quién te ha hecho esto? pregunta conmovido...
- Yo mismo.
- ¡cómo ha sido esto?
- No importa, simplemente he decicido que no tendré más por corazón una diana, ni me sentiré preso, ni esclavo, ni víctima ni cordero.


 

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