La leyenda de la llorona de Mixcoac.
Por entre las estrechas y torcidas calles del viejo barrio de Mixcoac, una alma en pena ronda, pasea por entre las sombras de de los viejos árboles. En los alrededores del templo de Santo Domingo de Guzmán, con su hermosa capilla del
Muchos la han escuchado, algunos otros han tenido la tenebrosa suerte de haberla visto, pero a mi, a mi me persigue. Soy una infortunada habitante de las inmediaciones del obraje de Mixcoac, y día tras día, recorro los alrededores del casco antiguo de
No sé desde cuándo, no sé ni cómo, pero en las oscuras y arboladas calles de Mixcoac, en la plazuela Jáuregui, cerca de su quiosco que durante el día está rodeado de vendedores de artículos diversos, los gritos y alaridos de la llorona se dejan escuchar.
Cuenta la leyenda que una mujer, loca de deseperación, acabó con la vida de sus hijos en las orillas de río, y su alma pena su delito llorando por los pequeños que entre sus manos perdieron la vida... eso cuenta la tradición, o pero lo menos, esa era la historia que yo conocía, pero un frío noviembre, pasadas las doce, conocí la verdad...
-¡aaaaaayyy!- se escuchaba en la calle de campana, entre el torcido callejón del diablo y la cerrada de Génova. la piel se me erizó, pero no pude sino apretar el paso mientras el quejido se iba acercando cada vez más, pude escuchar detrás de mí la llorante voz - ¡mamaaaaaaá!- era una voz entre infantil y tenebrosa gemía y lloriqueaba insistentemente. Apreté mi paso, casi hasta correr, pero solo logré que los quejidos se convirtieran en alaridos que se acercaban más y más a mi, y casi me tocaban la espalda. Cuando creí que iba a desmayarme por la falta de aliento, decidí encarar mi miedo. giré sobre mi misma ciento ochenta grados y encaré mi terror.
- ¡que quieres de mí! dije con voz temblorosa pero decidida.
la imagen que vi, fue algo espantoso, inenarrable, el rostro de una niña, descompuesto por el llanto, el cabello revuelto, los ojos llenos de lágrimas... Paralizada por el temor, esperé a que respondiera mi pregunta:
-¡ mamá, tu nunca me compras nada! ¡quiero un bon ice!
- por última vez, Teresa ¡no te voy a comprar nada! estas enferma de gripa y luego no quieres comer, ¡no insistas o vuelvo a salir corriendo!
Los temibles alaridos no se hicieron esperar. Desde ese día, la llorona de Mixcoac, justo al mediodía, bajo los rayos del sol, se aparece con su siniestro alarido, pero hoy ya no tengo miedo, aunque sus demandas son diversas, dependiendo el día, he decidido hacerla dejar de llorar contándole este cuento.
- mamá, ¡Cómprame un bon ice! ¡tengo mucho calor!, ¡tengo sueño!, ¡cárgame!, ¡ya tengo hambre!...
¡Que miedo!
Dedicado a mi llorona, en este día de Muertos.
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