Sentadas en la mesa, frente a una rica hamburguesa casera de pollo, Clara la mira con desconfianza mientras quita uno a uno los ajonjolíes que recubren el bollo. -No me gustan las cositas éstas- dice mientras empieza a retirarlas una a una.
Catalina, con aires de hermana mayor y por lo tanto más sabionda y conocedora, comienza a explicarle la importancia de las semillas:
- Clara, esas son semillas. Son pequeñas semillas de una planta.
Yo guardo silencio y observo la explicación, esperando escuchar algo de las lecciones del taller de botánica acerca de lo que son la semillas, o quizá acerca del sabor de estas, de la importancia de los aceites Omega que contienen los pequeños granos de ajonjolí...
-Mira Clara- dice Catalina ceremoniosamente- esos puntitos se siembran, en la tierra, a veces hay que germinarlas antes con agua, y luego, cuando ya está la plantita, las ponemos en la tierra. Si hacemos ésto, muy pronto tendremos un árbol, lleno de frutas.
Primero van a salir unas flores rojas- hasta ahí todo me sonaba absolutamente científico y convincente, bueno excepto porque las semillas tostadas en el horno no germinarían, pero salvo eso y lo de las flores rojas (honestamente no sé como es la planta de ajonjolí, pero pensé que quizá en algún momento ella la había visto en algún libro o revista)
La cara de sorpresa de Clara era increíble. Creo que se imaginó por un momento mordisqueando sentada entre las ramas del enorme árbol una rica hamburguesa como la que tenía enfrente.
Yo no pude contener la risa. A mi también me gustaría tener un árbol de hamburguesas, aunque creo que debo de precisar algunos detalles entusiastas y exagerados con respecto a al autosustentabilidad del pequeño huerto familiar.
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