Thursday, April 30, 2015

Si bailáramos más.




Yo escucho ritmo, música, compases, hasta en el goteo del agua de la regadera, en los maullidos de los gatos en la noche, en el sonido de los pasos de alguien por el pasillo... y cuando escucho ritmo, inevitablemente comienzo a seguirlo. Primero dentro de mi cabeza, luego con mis pies o alguna parte de mi cuerpo. De repente y sin quererlo, manos, dedos, pies, hombros, forman parte del compás de los acordes.  Ni se diga cuando se trata de música.

Bailar, lo he visto en los pequeños, es un de las cosas que aprenden mucho antes siquiera de poder hablar, quizá porque tiene algo de mágico, de lúdico, de liberador... Soy una bailarina amateur, desde que tengo memoria. Seguramente mi primera pareja de baile, y quien me incitó al mundo de la música y la danza fue mi madre, sin saberlo, cuando yo estaba dentro de su vientre y sin pensarlo, comenzó a bailar conmigo. Y a partir de ese momento y hasta el día de hoy, es una de mis formas de expresión favoritas. Tanto bailar, como ver baile.

Es difícil ser espectador de danza, sobre todo cuando en los primeros acordes quisiera uno estar de pie y no sentado, moviéndose y no quietecito y en silencio, sobre todo cuando los ritmos que se presentan son tan cálidos y cercanos al corazón como sucede con la danza regional.
   
 Ayer, en el marco de los festejos del día internacional de la danza invité a mi mamá y las 4 niñas a un espectáculo organizado por la BUAP en el CCU de baile folclórico en pareja. Interesante presentación: países tan lejanos tanto geográfica como culturalmente como Indonesia o Irlanda, y tan cercanos como Argentina, Perú, Colombia o Panamá nos regalaron anoche una "probadita" de cómo se manifiesta el sentimiento, la identidad y la cultura  a través de la música y el baile "de tu tierra". 

Platicando de regreso a casa, las niñas comentaban acerca de los trajes regionales, -sus favoritos- y valorábamos las diferencias entre cada una de las presentaciones: los vistoso de los bordados del traje de Perú, lo sobrio y sencillo del traje irlandés, lo "místico" del traje de Indonesia...
Pudimos ver a través de la muestra de los distintos números presentados, que la danza es un lenguaje universal, lo entiende una pequeña de dos años y una abuela, Un mexicano y también un irlandés. Manifiesta en cada una de sus formas, no importando el color de la piel, las características que distinguen entre el vestir o el calzado, si es hombre o mujer, que bailar es energía, alegría, expresión sin palabras de lo que hay dentro. Cuando el bailarín y la música se unen, disfrutan la seductora unión de estas manifestaciones humanas y nace de ésta una nueva forma de expresión artística: la Danza.

Quizá si bailáramos más y habláramos menos habría más paz y menos problemas.  Feliz día de la Danza, a quienes disfrutamos del arte de mover de vez en cuando el esqueleto.

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