Me encanta convivir con gente grande, si, de esa que pinta muchas canas y su piel tiene dibujada historias. Sentarme a escucharlos mientras platican de cualquier cosa. Veo sus manos, el modo de mirar, su manera de conducirse con la demás gente. Leo entre las líneas de su rostro la experiencia y escucho simplemente por el placer de contemplar y aprender.
Recuerdo entonces esa sensación como cuando era niña y conocía a alguien mayor, y de inmediato imaginaba que yo sería así cuando creciera. Parece que me trasporto a esa edad, en la que los sueños y los proyectos se mezclan en la cabeza, bañados de imaginación. ¿Qué quieres ser cuando seas grande? me preguntaban cuando era pequeña. De inmediato venía a mi la imagen de ese alguien que me había impactado; la maestra de inglés, Nadia Comaneci, la hermana que enseñaba religión en la escuela... y me preguntaba si podría yo ser todo eso a la vez. Ya se disparaba mi imaginación viéndome dando volteretas con mi hábito y viajando por el mundo...
La verdad sigo teniendo fantasías acerca de mi futuro, no para cuando sea mayor, porque de algún modo ya lo soy. Pertenezco a ese mundo adulto al que tanto fantasee llegar. Ahora mis intereses se enfocan en buscar modelos que disparen mis deseos y proyectos hacia Gente Grande. De esa que -como cuando era niña- causa un impacto positivo en mi. La mayoría de esas personas son mayores que yo, aunque no siempre, pero todos tienen en común la admiración que me provoca su persona.
Debo confesar que la mayoría son mayores de 60. Quizá porque me hacen pensar que tengo tiempo para alcanzar a ser un poco como ellos o quizá porque se que se necesita toda una vida para lograr ser un poco así. Me sucedió cuando conocí al "Tío Patota" (qepd), cuando conocí a los Redmond, cuando visito a mis suegros o cuando veo a mis papás. Hoy en día tememos a la vejez, al paso de los años y lo que estos se "llevan" (juventud, energía, fuerza, habilidad) pero se nos olvida lo que nos deja cada uno de ellos. Tenemos una visión de envejecimiento como un camino de decrepitud. Como si la vida fuera en todos sus sentidos una campana de Gauss donde el pico de nuestras vidas es entre los 30 y los 40 años y a partir de ahí todo es de bajada. Y en el aspecto físico es muy cierto. Simplemente hay que ver los efectos de la gravedad en las curvas que componen nuestros cuerpos para darnos cuenta...
Cuando estaba en la prepa leí un artículo que decía que la mejor fórmula para convertirse en "leyenda" era morir joven y en el pico de tu carrera y ponían ejemplos de "Jim Morrison", "James Dean" o en el caso latino "Pedro Infante" o "Selena". Quienes no tuvieron que sufrir la decadencia del paso del tiempo como Elvis o Michael Jackson...
Luego vino a mi mente -también por esa época de la prepa- aquel monólogo final de la película de Blade Runner, donde el replicante reclama su finitud, su corta vida, su falta de trascendencia... entonces, ¿vale o no la pena vivir?
En el campo de la experiencia, de la vida, del amor, de la memoria, de esas cosas que realmente valen la pena; esta visión es absolutamente falsa. Las más bellas historias de amor para mi son aquellas en las que las promesas se cumplen a lo largo del tiempo, a pesar de los vaivenes de la vida. Cuando el perdón y el olvido forman parte del entramado de ellas; Romeo y Julieta nunca pudieron poner a prueba el gran amor que decían profesarse. Apenas se conocieron ¡y a los 3 días estaban muertos! ¿Cómo podremos saber si de verdad Romeo era fiel, bondadoso, buen amante? nunca lo sabremos. Que distinto es cuando veo una historia de amor, tan común como la mía, y la manera en que sobrevive a través del tiempo y sus altibajos.
Mucho tienen que decirnos la Gente Grande, mucho que aprenderles con solo mirarlos. El perder el miedo a vivir cada uno de los años que se nos regalen y coleccionar de ellos lo mejor. Yo también un día quiero ser Gente Grande.
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