ciclo.
Y me parece paradoja esta palabra. Un circulo es eso, una figura que no tiene principio ni fin. Ahí donde comienza termina y no importa cuantas vueltas le des, no encontrarás su final.
Se termina un ciclo escolar. Cierto número de horas, de días, de meses que terminados, vuelven a empezar de nuevo. El eterno retorno. El fin de las clases, el comienzo de las vacaciones.
En la educación el ciclo, me gusta pensarlo como una espiral. El calendario da vuelta, el mismo colegio (u otro, pero al fin y al cabo el retorno a la escuela) los compañeros, el mismo estudiante, pero siempre un poco más adelante, creciendo en estatura, en amor, en conocimientos.
De modo tal que no se regresa nunca al mismo punto aunque desde cierta perspectiva lo parezca.
Cada final es el comienzo de algo nuevo. Y cuando se cree que se ha llegado al final, por ejemplo, de la educación formal, empieza la escuela de la vida, y así sucesivamente. Es pues la vida un constante aprender, a veces de los libros y las más de las veces de la experiencia a través de los errores, y de algunos aciertos.
No se regresa entonces al mismo punto jamás. No se puede desaprender lo aprendido, no se puede olvidar a quienes se han metido dentro de nuestro corazón. La marcha siempre es hacia arriba y adelante -como dijera el político mexicano de no muy insigne memoria- aunque la ley de gravedad nos lleve las más de las veces hacia fatales destinos, o desatinos.
No importa cuantas veces haya que empezar un nuevo ciclo, o terminarlo, si se tiene la vista en el objetivo, solo basta como decía aquella canción: "llevar una alforja y un sayal y tranquilo el pensamiento".
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