Hay tiempos y lugares para cada cosa y cada cosa tiene -o debiera tener- su lugar. ¿quién le ha dado a cada cosa un sitio? ¿A quién se le reclama si las cosas no marchan como debieran marchar?
Por eso me gusta creer que hay un principio único en el universo. Antes cargaba con tantas responsabilidades, tantas obligaciones... ése deber ser que lo único que me dejaba era una enorme angustia y una profunda decepción. Descubrí que de todas las cosas que suceden, buenas y malas, tiene un razón, un motivo, un principio y una finalidad y que yo sólo soy una gota de agua en el inmenso océano de la Providencia.
Descansé porque me di cuenta de que hasta mis limitaciones, mis defectos, mis carencias, mi humanidad entera, son instrumento y nada más. No soy la mano que escribe, sino el lápiz. No soy el director de la orquesta, soy la humilde batuta que apunta acá o allá.
Un tiempo llegué a pensar que yo estaba del otro lado. De los líderes, de los guías, de los conocedores. Y pensaba que haríamos grandes cosas. La herramienta en las manos de un maestro, logra hacer surgir grandes cosas. Uno se engaña, se enceguece. Se va con la finta de creer que es quién gobierna, quien manda, quien educa, quien conduce...
La herramienta en manos del Maestro logra mucho más. Es cuando me asumí como un simple sujeto de ese "algo más grande" que descansé, y digo sujeto porque así me sentí, sujetada, aferrada. No fue sino cuando estaba más confundida, desesperada, equivocada, quien me di cuenta que yo no podía sola. Es más, que no estaba sola y que nunca lo había estado. Sólo que me atormentaba porque las cosas no sucedían como yo las había planeado. pero ¿quién soy yo para hacer que las cosas sucedan?
Cuando practicaba remo aprendí que es importante dejar que la barca avance con la boga... cuando se rema solo, el impulso de los brazos arrastrando el agua con los remos parece ser la fuerza que hace que avance el bote. Si uno rema y rema sin dejar que el bote bogue entre remada y remada al final lo que uno logra es perder el fuerte impulso del remado frenándolo con el siguiente. La boga es ese tiempo en el que se ha dado con toda la fuerza el impulso del remado... y se deja que el bote avance aprovechando el impulso y permitiendo que el remero so recupere, tome posición nuevamente y lleve a cabo el nuevo impulso. Ahora, cuando se rema en un bote con dos o más remeros la cosa se pone más complicada. La sincronización es la clave para que el avance sea efectivo. No solo en las paladas de los remos, sino en los momentos de boga... juntos y a la misma velocidad hay que dar las paladas fuertes y efectivas y también dejar que el bote avance con la inercia. Así más o menos me imagino la vida en el matrimonio, en familia, en comunidad. El reto más grande es la sincronización. La misma fuerza, y el mismo remanso. No sólo remar juntos, sino bogar juntos también. Dejarnos conducir, tener tiempo para recuperarnos, dejar que la inercia entre impulso e impulso haga su trabajo. En el bote los remeros van de espaldas al destino donde reman. Solo una persona en el bote mira en dirección a la meta: el timonel.
Bogar para mi en lo cotidiano es la vida espiritual. Los momentos de reflexión, de pausa en el trabajo, de oración. Donde hago preguntas, donde replanteo estrategias, donde pido ayuda, donde agradezco, donde escucho y contemplo de pronto como todo marcha más o menos en una misma dirección... ¿En cuál dirección? en la que el Timonel Eterno ha dispuesto desde siempre para mi destino. ¿Quién podrá dirigir mejor un barco que quien tiene una visión plena sobrenatural del panorama? ¿Quién sino Ése a quien los vientos y las olas le obedecen? y aunque tengo a veces la sensación de que ando a la deriva, y de que me desespero y pierdo el ritmo... solo basta con hacer una pausa, recuperar el ritmo y escuchar la voz del Timonel. Que todo este tiempo ha estado con nosotros en el bote.
Mt 8:23-27
Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. Los discípulos fueron a despertarlo.
Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo. Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»
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