El despertador no sonó una vez más. No hubo tiempo de tomar un baño, mientras abordaba el automóvil se cepillaba los dientes y el cabello simultáneamente.
¿siempre demora tanto la apertura del portón automático? voy a mandar a revisarlo- piensa mientras limpia con un pañuelo facial las comisuras de sus labios el resto de pasta dental.
El primer semáforo. Rápido voltea la solapa parasol frente a ella y se mira detenidamente frente al espejo. Hay bolsas bajo sus ojos y restos de maquillaje mal retirado de ayer. El neceser con los cosméticos está bajo el asiento. Con un movimiento rápido saca el corrector y la base. Interrumpe su concentrada labor la bocina del coche de atrás.
- ¡que? ash...- acelera mientras trata de buscar el carril más movido... esquivando los coches como haciendo slalom en la nieve. Un nuevo semáforo que parpadea el verde, -¿acelero a fondo o aprovecho el alto para terminar de arreglarme?- toda una decisión difícil de tomar.
Nuevamente la solapa... el delineador, el rimmel, un poco más de corrector, un poco más de corrector... una bocinazo anuncia con estrépito el cambio de semáforo.
- ¡voooooy! inche gente...
Timbra el celular dentro de la bolsa. Timbra de nuevo, timbra de nuevo... -¿dónde carajos aventé la bolsa? ¡ajá! aquí. -con una mano sostiene el volante y con la otra revuelve el fondo de la enorme bolsa que repiquetea sin cesar. -¿Bueno? colgaron. Mira el número. aparece como privado.
- Ya llamarán de nuevo si es importante. Nuevamente un semáforo. Con el teléfono en la mano aprovecha para revisar la agenda y sus citas de hoy.
- ¡en la madre! ¡era a las ocho no a las nueve! sus dedos tamborilean el volante mientras espera el cambio de luces. En cuanto el verde aparece, suena la bocina tres veces llamando la atención del conductor frente a ella. -¡Muévete o quítate! grita mientras baja la ventana y rebasa por la derecha al coche frente a ella.
El teléfono timbra de nuevo. Trata de contestarlo y el movimiento brusco hace que salte y caiga en algún lugar en el interior del coche.
Timbra insistentemente una y otra vez. -¡Ya! no voy a contestarlo no voy a contestarlo ME VALE... - pero sigue intentando en cualquier oportunidad entre el tráfico alcanzarlo. Un poco de brillo labial mientras avanza lentamente detrás de un camión que sube pasaje.
Vira violentamente abandonando la avenida principal para tomar algún atajo que la conduzca a su destino. Dos o tres giros del volante, unos escolares de jardín de niños de la mano de una abuela atraviesan la calle. Frena violentamente. La abuela la mira con ojos de entre susto y reprobación. Ella se limita a hacer un gesto con la mano agitándola con fuerza, indicando que se apuren a cruzar. Dos bocinazos más y la anciana mujer carga en sus brazos al más pequeños y se apresura a llegar a la banqueta. De todos modos el coche ya había hecho un giro para esquivarlos...
El teléfono nuevamente.
El espejo de la solapa refleja nuevamente su cara, mientras se acomoda el fleco de un lado y del otro. El teléfono sigue repicando. Ella voltea y echa un ojo a la parte de atrás. La luz del teléfono parpadea bajo el asiento del copiloto, en la parte de atrás. Por más que se estira no logra alcanzarlo. El semáforo cambia, acelera.
Suelta el cinturón de seguridad para tener más posibilidad de movimiento. El teléfono no deja de sonar. Un segundo. Solo un segundo de soltar el volante es suficiente. Sus dedos tocan el teléfono. Se escucha un frenazo y un tronido. Un alcance, le ha dado un golpe al coche de enfrente. -¡Lo que me faltaba!
Lo de rutina, hay que orillarse, aguantar el enojo del otro conductor que resulta ser un hombre mayor. Ella trata de dar explicaciones pero está tan alterada que no logra darse a entender entre gritos y acusaciones hacia el otro conductor. una patrulla se acerca al incidente.
Tras 40 minutos de una discusión alterada ella saca de su bolsa mil pesos y se los entrega al hombre, doscientos pesos más al agente.
Tres o cuatro cuadras más adelante ha llegado a su destino. Una mujer de zapatos altos y peinado impecable sale a su encuentro. - ¿Maggie, que pasó por que vienes en ese estado?- Se mira en el espejo, su peinado es un desastre, su maquillaje también. -te estuve llamando. Se canceló la cita... la pospusieron para el martes. ¿estás bien?
- ¡No! esto fatal. Estoy fatal. Pinche gente de esta ciudad. Todos están bien locos. esta ciudad es una mierda. Necesito vacaciones ¡caray!.
¿siempre demora tanto la apertura del portón automático? voy a mandar a revisarlo- piensa mientras limpia con un pañuelo facial las comisuras de sus labios el resto de pasta dental.
El primer semáforo. Rápido voltea la solapa parasol frente a ella y se mira detenidamente frente al espejo. Hay bolsas bajo sus ojos y restos de maquillaje mal retirado de ayer. El neceser con los cosméticos está bajo el asiento. Con un movimiento rápido saca el corrector y la base. Interrumpe su concentrada labor la bocina del coche de atrás.
- ¡que? ash...- acelera mientras trata de buscar el carril más movido... esquivando los coches como haciendo slalom en la nieve. Un nuevo semáforo que parpadea el verde, -¿acelero a fondo o aprovecho el alto para terminar de arreglarme?- toda una decisión difícil de tomar.
Nuevamente la solapa... el delineador, el rimmel, un poco más de corrector, un poco más de corrector... una bocinazo anuncia con estrépito el cambio de semáforo.
- ¡voooooy! inche gente...
Timbra el celular dentro de la bolsa. Timbra de nuevo, timbra de nuevo... -¿dónde carajos aventé la bolsa? ¡ajá! aquí. -con una mano sostiene el volante y con la otra revuelve el fondo de la enorme bolsa que repiquetea sin cesar. -¿Bueno? colgaron. Mira el número. aparece como privado.
- Ya llamarán de nuevo si es importante. Nuevamente un semáforo. Con el teléfono en la mano aprovecha para revisar la agenda y sus citas de hoy.
- ¡en la madre! ¡era a las ocho no a las nueve! sus dedos tamborilean el volante mientras espera el cambio de luces. En cuanto el verde aparece, suena la bocina tres veces llamando la atención del conductor frente a ella. -¡Muévete o quítate! grita mientras baja la ventana y rebasa por la derecha al coche frente a ella.
El teléfono timbra de nuevo. Trata de contestarlo y el movimiento brusco hace que salte y caiga en algún lugar en el interior del coche.
Timbra insistentemente una y otra vez. -¡Ya! no voy a contestarlo no voy a contestarlo ME VALE... - pero sigue intentando en cualquier oportunidad entre el tráfico alcanzarlo. Un poco de brillo labial mientras avanza lentamente detrás de un camión que sube pasaje.
Vira violentamente abandonando la avenida principal para tomar algún atajo que la conduzca a su destino. Dos o tres giros del volante, unos escolares de jardín de niños de la mano de una abuela atraviesan la calle. Frena violentamente. La abuela la mira con ojos de entre susto y reprobación. Ella se limita a hacer un gesto con la mano agitándola con fuerza, indicando que se apuren a cruzar. Dos bocinazos más y la anciana mujer carga en sus brazos al más pequeños y se apresura a llegar a la banqueta. De todos modos el coche ya había hecho un giro para esquivarlos...
El teléfono nuevamente.
El espejo de la solapa refleja nuevamente su cara, mientras se acomoda el fleco de un lado y del otro. El teléfono sigue repicando. Ella voltea y echa un ojo a la parte de atrás. La luz del teléfono parpadea bajo el asiento del copiloto, en la parte de atrás. Por más que se estira no logra alcanzarlo. El semáforo cambia, acelera.
Suelta el cinturón de seguridad para tener más posibilidad de movimiento. El teléfono no deja de sonar. Un segundo. Solo un segundo de soltar el volante es suficiente. Sus dedos tocan el teléfono. Se escucha un frenazo y un tronido. Un alcance, le ha dado un golpe al coche de enfrente. -¡Lo que me faltaba!
Lo de rutina, hay que orillarse, aguantar el enojo del otro conductor que resulta ser un hombre mayor. Ella trata de dar explicaciones pero está tan alterada que no logra darse a entender entre gritos y acusaciones hacia el otro conductor. una patrulla se acerca al incidente.
Tras 40 minutos de una discusión alterada ella saca de su bolsa mil pesos y se los entrega al hombre, doscientos pesos más al agente.
Tres o cuatro cuadras más adelante ha llegado a su destino. Una mujer de zapatos altos y peinado impecable sale a su encuentro. - ¿Maggie, que pasó por que vienes en ese estado?- Se mira en el espejo, su peinado es un desastre, su maquillaje también. -te estuve llamando. Se canceló la cita... la pospusieron para el martes. ¿estás bien?
- ¡No! esto fatal. Estoy fatal. Pinche gente de esta ciudad. Todos están bien locos. esta ciudad es una mierda. Necesito vacaciones ¡caray!.
No comments:
Post a Comment