Thursday, March 18, 2010

Nunca ha sido fácil.

Las cosas que valen la pena, generalmente cuestan.Tener un hijo, desde el enbarazo requiere de toda tu energía, tu físico, tus emociones... Sacar diez en un examen, necesita de un trabajo previo de estudio y disciplina. Cocinar un platillo rico, es más dificil que abrir una lata, calentarla y servir.

El toque personal,  ese sazón del corazón se ha ido perdiendo en las pequeñas cosas. ¿Alguna vez has tirado alguna prenda de vestir porque le falta un botón o se le descompuso el cierre? y uno se justifica diciendo: -para lo que me costó, de todos modos ya ni me gustaba o estaba pasado de moda- pero la verdad, de fondo, es que hemos olvidado el valor de las pequeñas cosas, de los detalles, es más sencillo deshacerse de lo "viejo" en lugar de tomarte la molestia de buscar el botón perdido y coserlo, o en el peor de los casos tener que cambiar todos los botones sólo por uno que se desprendió.

Es más fácil pasar a comprar un pastel de camino cuando visitas a un amigo, que pasar por la tortuosa tarea de hacerlo tu mismo, corriendo el riezgo de que salga hecho un desastre.

Pensaba yo que era una cuestión económica el asunto. Claro que es más barato preparar el pastel que pasar a comprarlo, pero no es ése el único motivo para poner manos a la obra. Va mucho más allá. El tomarte la molestia de preparar "algo" para alguien cobra un significado especial, es un me importas más profundo que el simple detalle de un pastel medio quemado, o con una cara terrible.Esto me pasaba por la cabeza mientras recorría los pasillos del mercado de Mixcoac buscando el disfraz adecuado para mi flor de este año. ¿lo hago o lo compro? he ahí el dilema.

Los festivales de primavera son en los jardines de niños  un verdadero desfile de modas. Cuando los niños van de lunes a viernes con uniforme, las diferencias entre unos y otros se diluyen demasiado, pero es en estas ocasiones en que las madres de familia deciden "lucirse" comprando en disfraz más original, más tierno, más caro... Recuerdo que el primer año en el  kinder, una mamá llevaba el disfraz de sus hijas en la bolsa de liverpool, con todo y etiquetas y antes de entrar al festival, frente a todas las mamás que esperábamos entrar cambió a sus hijas, dizque porque hacía mucho frío y no las iba a sacar de mallitas y manga corta tan temprano...

La verdad, a mi no me interesa ni el festival, ni los disfraces, ni si son comprados en liverpool o en el tianguis. El primer año, me inventé un disfraz de tortuga (que incluía una almohada como caparazón) y un florecita rockera (era rokera porque solo la faldita era un tipo de pétalos de flor, con una camiseta verde con brillos y unas mallas a juego) , el segundo año me prestaron un traje de mapache y koala, y el año siguiente creo que llevaron los mismos solo que al contario, el mapache se vistió de koala y viceversa. Este año estoy lidiando con la elaboración de un traje de girasol. -¿Por que no lo compras? en el mercadito cuestan como cien pesos. -Me dicen por uno y otro lado. Pero, como el ejemplo del pastel,  no es el ahorro económico lo que más me mueve -que si es una gran diferencia: leotardo negro de manga larga de lycra/algodón más unas mallas: 60 pesos, zapatillas, 15 pesos, más dos retazos de tela, y una hoja de foami amarilla y una verde- es también el cariño y el tiempo invertido en ellos lo que para mí hacen la diferencia.

Es decirle a mi hija que es importante para mi. Tanto, que puedo meterme en líos con la máquina de coser, pelearme para ensartar un resorte y sacrificar un poco de tiempo en las noches para que ella sepa que es la flor más bonita de mi jardín.


PD: gracias a mi suegra, la señora Lety que me echo una mano con la falda de mi flor, aún no soy muy diestra con la máquina de coser...

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