Vivir con prisa

Acelero, corro, ando entre prisas. Grito, toco la bocina, -¡Muévete!. Trato de lacanzar el cepillo del cabello que cayó debajo de asiento para terminar de medio peinarme, pero es inútil. Tendré que esperar el siguiente alto para agacharme. Pero ojalá no me toque el semáforo en rojo, ¡tengo tanta prisa!. El semáforo cambia a luz ámbar.. -si alcanzo- y piso a fondo el acelerador para atravesar el eje vial.

Estoy a cinco minutos de mi destino, creo que si lo voy a lograr. Giro en la calle y ¡diablos! un coche atravesado en mitad de la calle. Un hombre mayor sentado al volante, sin ánimo de moverse... Espero, un par de minutos, y deseo con toda mi alma tocarle el claxon como una loca para decirle que tengo prisa, que se mueva o que se orille, pero estoy a una cuadra de la escual de mis hijos... ¡que oso!

Lo veo descender de su coche. Con paso lento se dirige al portón de una casa. Lo abre y justo cuando intenta entrar con el coche, el viento le juega una mala broma y entrecierra un poco el portón.
Miro desde mi coche la escena, El hombre vuelve a descender del auto, y con paso que pretende ser apurado, va una vez más hacia la puerta. ¡Me quiero arrancar todos los cabellos de la cabeza!. me acuerdo de peine.. me agacho a tomarlo y cuando levanto la cabeza veo al hombre que se aproxima hacia mi. Sin vacilar, abro la puerta de mi coche. Ya para ese entonces tenemos detrás nuestro una fila de coches que tocan la vocina como deseperados
-¿puedo ayudale?-  le pregunto mientras camino hacia la puerta para detenerla mientras el señor sube a su aotomóvil.
- Gracias- me dice mientras pasa frente a mi con la ventana abierta- siempre abre mi mujer cuando regreso en la mañana, pero hoy se estaba bañando- logro escucharle mientras camino apurada hacia mi coche.
Ya con la calle libre, me apresuro a llegar a la escuela. -Tendré que firmar retardo- pienso.

-¿Quién era ese señor mamá? preguntan mis hijos que han visto desde el asiento trasero del coche la escena.
- Era Jesús, cariño, que necesitaba una mano.