De hermanos a príncipes...
-Ándale vamos a jugar a los príncipes, que yo bailaba...
- no
- ¡mamá Tomás no quiere jugar conmigo!
- Entonces yo juego contigo- intervengo- yo también era una princesa y bailábamos la dos
- no se puede porque tu eres la reina
- entonces baila con papá
- ¡el ya está casado contigo!
- pero te lo presto un ratitito para que baile
- !no. el ya está casado! Tomás baila conmigo... esque necesito un príncipe que sea guapo y educado...
pero las súplicas no encuentran respuesta y el llanto se hace presente.
- Porfa...
-Tomás, ¿puedes jugar solo un momentito para que se ponga contenta tu hermana?- casi esperaba una respuesta negativa o una hiuda furtiva del interpelado, pero mi sorpresa fue mucha cuando el rejego y atormentado hermano tomó la mano de la princesa e interpretó valientemente su papel de principe encantador, llevando a la princesa al baile, acompañándola en interminable danza de la sala al comedor, después de unos minutos de ver la tierna escena. intervine haciendo sonar las doce campanadas... el baile terminaba. Pensando que el compañero de juego se vería librado de su antes indeseable tarea, pero ante mi sorpresa el principe encantador (metido más que la princesa en su papel) ofreció su corcel para llevar a la damicela sobre el lomo de su caballo a todo galope. La llevó a su cuarto y la dejó en su cama donde ella poco a poco se quedó dormida. El príncipe entonces regresó a lo que hacía antes de ser convidado a la danza. Se había convertido ante mis ojos en un príncipe de verdad.
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